Del árbol genealógico de Patricia Bullrich (11 de junio de 1956, Ciudad de Buenos Aires) se desprende sangre azul por cada rama. En cada etapa de los tres siglos que atraviesan a la historia argentina, algún lazo existe con quien el domingo irá por la aventura política más importante de su vida, con la que viene soñando prácticamente desde la cuna: competir por la Presidencia de la Nación.
Hija de Alejandro Bullrich y Julieta Luro Pueyrredón, Patricia sigue la dinastía que comenzó en 1816 Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas del Río de La Plata y uno de los padres de la independencia.
Pero más cerca en el tiempo, hace poco más de un siglo, aparece otro ilustre funcionario que hoy da nombre a una emblemática calle porteña: su bisabuelo Honorio Pueyrredón, ex ministro de Relaciones Exteriores y de Agricultura durante el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen, entre 1916 y 1922, y embajador en los Estados Unidos de 1924 a 1928, en la presidencia de Marcelo de Alvear. Aunque entre sus antepasados también aparecen dos dirigentes que fueron intendentes de la ciudad de Buenos Aires: Adolfo Bullrich, de 1898 a 1902, y Carlos Pueyrredón, de 1940 a 1943.
De la influencia de su abuela radical a militar en la JP y ser parte de “la base” de Montoneros
Una de las personas más importantes en la vida de Patricia Bullrich fue su abuela, Esther Pueyrredón de Luro, hija de Honorio y casada con uno de los descendientes de Pedro Luro, fundador de Mar del Plata con Patricio Peralta Ramos. Radical de pura cepa, desde los tiempos de Yrigoyen en el poder, ella fue quien la llevó al Comité de la UCR sobre la calle Viamonte, cuando apenas tenía 15 años pero ya vislumbraba una carrera ligada a la política.
A sus más cercanos Bullrich les confiesa que su abuela la quiso hacer radical, pero que equivocó el camino. Y recuerda que lo llevó a conocer a Ricardo Balbín, que a principios de los ’70 no era tan grande de edad, pero que por su aspecto circunspecto le generaba cierta distancia a quien solo era una adolescente.
Ese día en el que le presentaron al histórico dirigente radical se dio cuenta de que no comulgaba con el radicalismo, partido al que terminó unida indirectamente dos veces después en el tiempo, cuando fue parte de la Alianza, del ’99 al ’01, y desde 2015 a la fecha, formando parte de la coalición opositora Juntos pro el Cambio.
Poco tiempo después, sin avisarle a nadie en su familia, averiguó cómo tenía que hacer para inscribirse en la Juventud Peronista. La mandaron a un local en Abasto, una dimensión desconocida para alguien que vivía no tan lejos, pero en una zona más acomodada, sobre Mansilla y Pueyrredón. Se animó y comenzó a militar en el peronismo: fue a recibir a Juan Domingo Perón a Ezeiza el día del regreso de su exilio, en 1973, y estuvo en la Plaza de Mayo el 1° de mayo en que el ex presidente echó a los Montoneros.
Su capítulo en la agrupación guerrillera es uno de los que más cuestionamientos le genera aún hoy a Bullrich. No niega haber sido parte, pero dice que todo lo que se dijo o escribió sobre el tema tiene como denominador común a Rodolfo Galimberti, el líder montonero que fue pareja de su hermana Julieta y con quien durante la dictadura se exilió en París.
Bullrich fue parte de la JP y reconoce haber sentido admiración en esa época por Montoneros, pero cuando se refiere al tema en charlas personales le baja al precio a las actividades que realizó en esa época, mucho más de base y de unidad básica, lejana a los operativos que se armaban y en el que muchos la incluyen, según ella, de “manera fantasiosa” porque nunca fue parte de la pata activa de la organización.
El exilio, los “peores años” de su vida, la decepción con el peronismo y su salto a la Alianza
A mediados de los ’70 formó pareja con otro dirigente peronista, Marcelo Langieri, junto con quien tuvo a su hijo Francisco y con quien durante la dictadura y por consejo del propio Galimberti debió exiliarse en Brasil, primero, y luego en México y España. Bullrich no recuerda con nostalgia aquellos años nómades y suele definirlos como “los peores años que pasé en mi vida”, a tal punto que muchos años después de volver al país en el ’82, tras la Guerra de Malvinas y después de haber quedado presa durante un período por el todavía vigente gobierno de facto, ni siquiera quería tomarse vacaciones para no salir del país.
Tal vez la primera decepción que sintió por el peronismo haya sido después del regreso a la democracia, con una JP mucho más “partidocrática”, lejana a aquellos ideales setentistas, en la que no obstante, siguió militando por mucho tiempo más. Ya definitivamente adulta, se acercó a finales de la década del ’80 a Antonio Cafiero, el líder peronista que en el ’88 perdió una interna con Carlos Menem que muchos comparan 35 años después con la que ella protagonizará en las PASO con Horacio Rodríguez Larreta.
En 1993 fue electa diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires y tras cumplir su mandato como legisladora pasó a ser parte del gobierno de Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires. Fue su paso final por el peronismo, después de más de dos décadas de militancia activa.
Bullrich da un salto definitivo en su carrera cuando decide sumarse al gobierno de la Alianza del recientemente electo presidente, el radical Fernando de la Rúa, en 1999. Es designada al frente de la Secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia y menos de un año después se convierte en ministra de Trabajo, en reemplazo del saliente Alberto Flamarique, envuelto en un escándalo por las denominadas coimas en el Congreso.
Tras un año como jefa de esa cartera, en octubre de 2001 asume en el Ministerio de Seguridad, pero sólo dura un mes en el cargo. El gobierno de De la Rúa caería definitivamente en diciembre, envuelto en una crisis económica y social sin precedentes. Y ella quedó envuelta en ese fracaso, sindicada como una de las responsables.
La ilusión de coronar una carrera de 50 años con la Presidencia de la Nación
Las últimas dos décadas la mostraron a Bullrich como una dirigente definitivamente opositora a todos los gobiernos peronistas de turno. En 2003 creó el partido Unión por la Libertad y terminó cuarta en los comicios para jefe de Gobierno porteño, con apenas el 9% de los votos. Cuatro años después acordó con Elisa Carrió sumar su espacio a la Coalición Cívica, y fue electa diputada nacional, cargo en el que se mantuvo por dos períodos.
En esos años se produjo su acercamiento al líder del PRO, Mauricio Macri, con quien trabajó en toda la campaña previa a las elecciones de 2015 en las que fue electo presidente. Ya consolidada como una de las dirigentes del denominado grupo de “halcones” del PRO, asumió como ministra de Seguridad el 10 de diciembre de ese año y hasta 2019.
Su gestión, aun con matices, fue muy valorada y resultó un puntapié determinante para empezar a perfilar su candidatura presidencial, confirmada a principios de este años, dentro de Juntos por el Cambio y en una primaria que protagonizará con Rodríguez Larreta.
Tras más de 50 años trabajo en distintos lugares de la política, Bullrich llega a la elección con expectativas de convertirse en la candidata más votada de la interna y salir así victoriosa para encarar la recta final de una ilusión que sería la culminación de su carrera: sentarse en el sillón de Rivadavia y convertirse en Presidenta de la Nación.
Su prima la rockstar, el amor después del amor y el placer de ser abuela de tres varones
De la familia de Patricia Bullrich no sólo surgieron dirigentes políticos de fuste como los enumerados. También representantes de la cultura y la música popular muy emblemáticos, como Fabiana Cantilo y César “Banana” Pueyrredón.
Con “Fabi”, como le dice a su prima tres años menor, Bullrich se crió junta desde muy chica. Las madres de ambas son hermanas y compartieron la infancia y adolescencia en el mismo campo, de los Pueyrredón, al que iban de vacaciones, además de veranos en Pinamar. En la ciudad, sus casas estaban ubicadas a sólo una cuadra y media.
Cantilo dijo hace un tiempo que al primer recital de rock que vio en su vida, a los 11 años y a principios de los ’70, la llevó su prima Patricia: fue el de Pescado Rabioso, la primera banda del legendario Luis Alberto Spinetta. Pese a llevar vidas contrapuestas por sus trabajos, Bullrich y Cantilo mantienen una relación de gran afecto y mucha asiduidad: chatean y hablan por teléfono periódicamente.
En el caso de “Banana”, el parentezco viene por el lado de su abuela, que era hermana del padre de César, por lo cual, en los hechos, pese a ser contemporáneos y haber asistido al mismo colegio, el “Instituto Belgrano”, el músico es su tío segundo. “Richard”, el padre de César y su hermano Daniel, también fue un funcionario de larga trayectoria en la política: ocupó el cargo de director de ceremonial en el gobierno de Raúl Alfonsín y en el gobierno de Arturo Illia, a mediados de los ’60, embajador en Canadá.
Doctorada en Ciencias Políticas, Bullrich tiene especial afición por las películas cuya trama están vinculadas a la Segunda Guerra Mundial, así como también las relacionadas con el líder británico Winston Churchill. Frecuente consumidora de Netflix, siguió House of Cards, aunque le pareció un poco exagerada, y también la serie danesa Borgen.
Tras haber estado casada con Langieri, de quien luego e separó, la precandidata a presidenta está en pareja hace 26 años con Guillermo Yanco, abogado del que se enamoró en un café lindero al Alto Palermo, que ya no existe, pero al que ambos concurrían periódicamente. Lo había conocido días antes, en un programa de radio al que asistió en plena campaña electoral del ’97, pero quedó flechada tiempo después.
Fue ella quien le preguntó al mozo del lugar quién era “ese señor tan pintón”, al que luego le pasó su número de teléfono. Tras varias invitaciones a ir al cine, que ella descartó, finalmente fue Bullrich quien lo invitó a cenar. Desde entonces, están juntos.
Cuando Bullrich asumió como ministra de Seguridad en 2015, por prevención, decidió eliminar su cuenta de Facebook y borrar todas las fotos en las que aparecían sus tres nietos varones, hijos de Francisco, su único heredero. Aun en campaña, los ve periódicamente, los va a buscar a la escuela una vez por semana y tiene para ellos un cuarto especial reservado en su casa. Quiere conservar esa rutina en caso de ser electa presidenta.