Hace seis meses le robaron el celular, cayó a las vías del tren y perdió una pierna. Cómo está hoy y qué piensa.
Flavia Cruzado piensa en el futuro y le gusta lo que ve. Se imagina caminando. Mira para adelante y nada detiene su largo camino de obstáculos. Ni siquiera las veredas rotas del barrio donde vive, en Villa de Mayo. Estira un brazo, y si todavía no puede escribir con el derecho, prueba con el más difícil. A seis meses del accidente que la dejó en una silla de ruedas, aprendió a enderezar los días que vienen torcidos. Eso sí, que nadie le hable de ir mañana a votar. No es que le tenga miedo a las escaleras de la escuela (”no pusieron ni una rampa”), sino porque no confía en los políticos. ¿O acaso algún candidato propuso algo serio para terminar con la inseguridad?
Flavia habla sin levantar la voz, despacito, como si masticara las palabras. Reflexiva, levanta la mirada y vuelve hacia adelante. Y lo que ve, insiste, le gusta. No, no habla del país, sino de su casa, su familia, su música, el libro que va a escribir.
Acaba de rendir Fundamentos del Derecho y se sacó 9,50. Quiere ser abogada penal. No lo dice -porque dice que solo quiere agradecer a la universidad Kennedy que le dio una beca- pero con la carrera que eligió busca de alguna manera hacer justicia. Por ella y por este país roto.
Todavía escucha sus propios gritos bajo las vías del tren donde cayó cuando le robaron el celular en una estación del Belgrano Norte. Iba a Retiro, al dentista. Y por ir al dentista perdió una pierna.
“Pero yo voy a seguir siempre para adelante, confío en mí”, avisa.
Ahora se entusiasma con poder usar pronto las muletas. Y hacer su propia cama. Y ordenar su cuarto sin ayuda. Y salir a caminar con Mitski en los auriculares para que la estrella pop le cante canciones de esperanza y superación. Porque a los 20 años, dice con una sonrisa tan real como las piedras, la vida recién empieza.