El pastor Ibrahim Koc recuerda con nostalgia su juventud entre las frondosas orillas del mayor lago de Turquía, ahora convertidas en campos yermos en los que pace su ganado.
Las ocasionales marcas de arbustos en el suelo indican el lugar hasta donde se extendía el lago Van antes de que años de calentamiento global y sequía hicieran que se encogiera.
“Los animales están sedientos“, dice el pastor de 65 años.
“No hay agua”, añade, un manido lamento entre muchos turcos, que han visto cómo sus montañas perdían sus cumbres heladas y cómo se secaban sus reservas de agua.
Al disminuir el tamaño de los lagos, quedan al descubierto lechos repletos de polvo salado que contaminan el aire.
Y los científicos consideran que todo esto solo irá a peor.
“Creo que estos son nuestros días buenos”, afirma el profesor Faruk Alaeddinoglu, de la universidad local Yuzuncu Yil, a la AFP. “Veremos que el lago continúa encogiéndose en los próximos años”, augura.
El lago Van cubre actualmente 3.700 kilómetros cuadrados y cuenta con una profundidad máxima de 450 metros.
Su superficie ha disminuido cerca de 1,5% en los últimos años, según las medidas tomadas por Alaeddinoglu en el pasado otoño boreal.
“Es una terrible cantidad de agua para una zona de 3.700 km2″, asegura el profesor.
En el barrio Celebibagi, en la orilla septentrional, las aguas han retrocedido unos cuatro kilómetros.
En una larga caminata por el lecho reseco se pueden encontrar huesos de pájaro, arbustos y basura cubierta por sodio y otros minerales.
“Estamos andando por una zona que antes estuvo cubierta por el agua del lago”, dice Ali Kalcik, un activista local por el medio ambiente.
“Ahora es un tierra estéril, sin vida”, añade.
Alaeddinoglu explica que el tamaño del lago cambió por los movimientos de las placas tectónicas, que hacen de Turquía una de las zonas sísmicas más activas del mundo, pero culpa de la falta de agua a las crecientes temperaturas.
Según él, se evapora casi el triple del agua del lago de la que llueve, y además los jardines de las residencias de verano contribuyen a drenar el agua de la región.
La agricultura, “se muere”
El problema es tan grave que las autoridades piden a los agricultores que no cultiven nada que requiera demasiada agua.
“Todo mi trabajo se desperdició”, se lamenta Kinyas Gezer, agricultor de 56 años, señalando sus arrugados albaricoques.
“Si sigue así, dejaré la agricultura. El negocio se muere”, añade.
La pérdida de agua también expone la contaminación, según Orhan Deniz, profesor de la Universidad Yuzunco Yil, situada a orillas del lago.
“En los años 1990, nadábamos durante la hora de comer y volvíamos a la universidad. Ahora es imposible pisar el agua”, recuerda mirando el lago.
El lago conserva sin embargo su popularidad entre turistas, y algunos lugareños nadan en las partes más pintorescas.
El gobernador de Van, Ozan Balci, asegura que se invirtieron 80 millones de liras (3 millones de dólares) en limpiarlo.
“Hacemos todo lo posible para proteger el lago, porque es patrimonio cultural”, dice.
Pero en el pueblo costero de Adir, no muy lejos de los veraneantes, las gaviotas muertas delatan los problemas ecológicos.
Los expertos afirman que los pájaros mueren de hambre porque los peces de los que se alimentan migraron más pronto este año.
“A los pájaros que quedan les queda una semana. Después también morirán”, sentencia Necmettin Nebioglu, lugareño de 64 años. “Es una masacre de pájaros”.
De agencia AFP
ap