En un mundo dominado por la inmediatez digital y el consumo masivo, la adicción a las compras —también conocida como oniomanía— se consolida como una problemática de salud mental que exige una mayor visibilidad. A menudo subestimada, esta condición afecta a un número creciente de personas que, como mecanismo de escape emocional, encuentran en el acto de comprar una vía de satisfacción temporal que con frecuencia deriva en consecuencias devastadoras para su salud financiera, emocional y social.
Un comportamiento obsesivo con significativas consecuencias personales
Las experiencias de personas como Lucy, Natalie y Alyce ilustran un fenómeno que se repite alarmantemente a menudo: el exceso en las compras como mecanismo para enfrentar el vacío, la ansiedad o el estrés. Para Lucy, su propensión a adquirir ropa se convirtió en una urgencia incontrolable que ocupó hasta 14 horas diarias y la sumió en deudas superiores a 16.000 dólares. La enorme cantidad de prendas ocupó una habitación completa de su casa, y la satisfacción inicial que sentía al comprar pronto se transformó en preocupación y arrepentimiento.
Natalie, por otro lado, estableció un vínculo compulsivo con la adquisición de productos del hogar debido a su trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Su casa alberga más de 100.000 elementos, entre ellos 300 tubos de pasta de dientes y 3.000 estropajos. En el momento más crítico, llegó a gastar hasta 4.000 dólares al día, motivada por el deseo de llenar su coche para lograr una sensación de tranquilidad.
Alyce, desde que tenía 18, inició el uso de servicios de «Compra Ahora, Paga Después» para obtener ropa en línea, entrando en un ciclo de deudas y desilusión emocional. A pesar de haber superado la dependencia con apoyo terapéutico, comparte cómo esta vivencia transformó su perspectiva de la vida y repercutió en todos los aspectos de su cotidianidad.
El impacto de las plataformas sociales en el incremento de la compulsión por las compras
Uno de los factores más citados por quienes sufren este trastorno es el impacto directo de las redes sociales. El consumo constante de contenido visual protagonizado por influenciadores que exhiben grandes volúmenes de productos ha contribuido a normalizar el exceso. La exposición repetida a estas imágenes genera un estándar irreal de satisfacción y bienestar asociado a la posesión de objetos, lo que refuerza el impulso de comprar como vía de validación o escape emocional.
Las cifras apoyan esta conexión: las ventas en línea al por menor han aumentado más del doble en la última década, representando ahora más del 27% del total en el Reino Unido. Al mismo tiempo, el gasto en publicidad digital en plataformas sociales ha incrementado un 20% durante el último año, superando los 11.000 millones de dólares, lo que fortalece el ambiente favorable para la continuidad de estos hábitos compulsivos.
Insuficiente identificación clínica y carencia de recursos gubernamentales
A pesar de su impacto, la oniomanía aún no cuenta con un diagnóstico formal en muchos sistemas de salud. Esta carencia dificulta el acceso a tratamientos adecuados, como terapias cognitivo-conductuales, que han demostrado ser efectivas en varios casos. Mientras algunos expertos consideran que la adicción a las compras es un trastorno de conducta, otros la vinculan con trastornos del ánimo o del espectro obsesivo compulsivo, lo que genera un vacío clínico significativo.
Los expertos en salud mental enfatizan la importancia de reconocer formalmente el trastorno para crear directrices de atención y asignar recursos específicos. Asimismo, señalan que los procesos cerebrales que se desencadenan durante una compra son similares a los de otras adicciones, subrayando así la importancia de tratar este problema con la misma gravedad que otras adicciones más conocidas.
Una llamada urgente a la intervención institucional y cultural
Las personas afectadas por esta adicción expresan una demanda evidente: más apoyo institucional, más investigación, y campañas de conciencia que hagan visible el problema sin estigmatizarlo. La vivencia de quienes han pasado por esta adicción muestra un sufrimiento auténtico, caracterizado por la culpa, ansiedad y el aislamiento. Varias personas afirman que el reconocimiento de su situación llegó cuando las consecuencias ya eran notorias en sus finanzas, relaciones personales y estabilidad emocional.
Mientras tanto, el entorno digital continúa potenciando los estímulos de consumo, haciendo cada vez más difícil escapar de este círculo vicioso. Es necesario avanzar hacia un enfoque preventivo que incluya educación emocional, alfabetización digital y regulación de las prácticas publicitarias que fomentan el consumo impulsivo.
La necesidad de abordar una dependencia oculta
La adicción a las compras no es simplemente un mal hábito o una falta de autocontrol; es una condición compleja que puede devastar vidas si no se reconoce y trata adecuadamente. En la era del consumo constante y la hiperconectividad, el desafío está en construir una cultura que promueva el bienestar más allá de la acumulación de bienes, y en dotar al sistema de salud de herramientas para identificar y acompañar a quienes enfrentan esta lucha silenciosa.
El reconocimiento de la oniomanía como un problema real es el primer paso para ofrecer soluciones efectivas y compasivas que permitan a quienes la padecen recuperar el control de sus vidas.

